El número 1 del circuito del tenis, ejemplo de valores para la sociedad española, confiesa que es “un super privilegiado de la vida”
Hace un año estaba sumergido en un túnel donde no divisaba ni la esperanza ni el alumbrado al final del camino. Poca gente apostaba que regresaría la mejor versión del balear. Su perfil de tenista, cimentado en la espectacular forma física y un curso 2009 muy castigado por problemas físicos, invitaban a pensar que la cima del tenis se alejaba del nombre de Rafa Nadal. Nada más lejos de la realidad. Volvió como los grandes a liderar la hegemonía del circuito, recuperando el trono mundial y convirtiéndose en el tenista más joven en conquistar los cuatro grandes. Arrancó el curso opositando a leyenda y lo termina, pase lo que pase en Londres, recreado en mito. Sin embargo, sus acciones trascienden de las canchas de juego y su humanidad ha conquistado a una sociedad que idealiza con orgullo a su deportista. Por ello, dentro y fuera de la pista, Rafa Nadal es un ejemplo.
Su campaña 2010 ha sido un ejemplo de superación y tenacidad. Sin hacer ruido, sin llamar la atención, recuperó el trono mundial del tenis tras conquistar por quinta vez Roland Garros. Dejaba atrás en olvido una sequía de 11 meses sin títulos, una losa para un campeón legendario con tan sólo 24 años. El primer torneo fue Montecarlo. Luego llegaron las copas de Roma, Madrid, Roland Garros, Wimbledon, US Open y Tokio para completar una temporada casi perfecta. Producto todo ello de una ambición única, tal y como reconoció el pasado lunes en los micrófonos de la Cope en el programa nocturno El partido de las doce: “Entreno y compito porque me gusta lo que hago. Tengo la suerte de trabajar en esto de jugar al tenis y me encanta la competición. La ambición siempre es la misma: tener las opciones de competir con los mejores”, aseguraba el número uno.
La victoria en abril en Montecarlo ante Verdasco devolvió a Nadal el sabor de la victoria casi un año después de levantar su último título (350 días en Roma). El quinto triunfo en París de Roland Garros lo levantó tras doblegar en la final a Soderling. El español, que se tomó cumplida venganza de su derrota ante el sueco en los octavos de final del año pasado, recibió con este triunfo una recompensa doble, pues además de una nueva réplica de la Copa de los Mosqueteros recuperó el número 1 del mundo que perdiera en 2009 en favor de Roger Federer. Fue el primer Grand Slam en el que el manacorí no derrotó al suizo en el camino. Para entonces, también se había llevado los masters 1000 de Roma y Madrid. El primero, en la capital italiana y en tierra, Rafa aniquiló en dos sets a su compatriota David Ferrer y sumó así su Masters número 17 de su carrera e igualó así la marca de un mítico del tenis, Andre Agassi.
En la catedral del tenis, Wimbledon, Nadal fue verdugo en la finalísima de Berdych. Logró su segundo torneo “de la tradición”, su octavo Grand Slam, un status en el que alcanzó a leyendas como Jimmy Connors y Andre Agassi. Con ello, el tenista destaca que quiere seguir engrosando su CV con la base de un palmarés colosal a pesar de contar con 24 años. “Es una realidad lo conseguido pero es un sueño hecho realidad. Quiero vivir disfrutando y volver a disfrutarlo lo que me queda de carrera. Quiero mejorar todo lo que he hecho pero con la tranquilidad de haber conseguido lo que he logrado”, afirma emocionado.
La campaña 2009 dejó como prólogo una imagen que dio la vuelta al mundo. Nadal consolando a Federer tras alzarse con el Open de Australia. Sin embargo, el curso fue a menos y el mallorquín perdería la hegemonía del circuito tenístico merced a las lesiones. Especialmente en la segunda parte de la campaña, el balear atravesó un auténtico calvario. Rodillas, abdominal...dolor y molestias de tal envergadura que se hacían incompatibles con la competición. “Cada día me levantaba con la ilusión de ir a entrenar y superar la situación tan difíciles que estaba atravesando”, recordaba con alivio de superación. Ahora, ausente de la cita de París, con un parón que le exige una tendinitis en un hombro, esgrime que “los deportistas de élite conviven con dolor porque llevas su cuerpo al límite. Dolores controlables siempre voy a tener, y bienvenidos sean”, añade.
Como deportista, Rafa es un hombre de retos, con un carácter eminentemente ganador. Además de atesorar la combinación del éxito, calidad y trabajo, el tenista español se apoya en los pilares de la humildad, la constancia y el respeto al rival a la hora de competir. “Salgo a una pista de tenis pensando que puedo ganar y perder; no me siento superior ni inferior; cada año que empiezo tengo dudas de si podré ganar y estar arriba. Hay que tener calma y humildad para aceptar el éxito y el fracaso”. Durante la entrevista, el mallorquín subrayó que “el respeto por los demás te ayuda a conseguir muchas cosas y hoy en día se quieren hacer las cosas rápidas a cualquier precio y lo importante es hacer las cosas bien y después viene todo lo demás”. No en vano, precisamente es su humildad y su respeto el que personalizar el ideal de la sociedad.
Finalmente, Nadal estará listo para hacer frente al único torneo de renombre que se le resiste, la Copa de Maestros de Londres, a disputar del 21 al 28 de este mes. Asegura que no es una obsesión llevarse el torneo y que “la temporada es muchísimo mejor de lo imaginado y que pase lo que pase será positivo. Mi ilusión es mejorar lo del año pasado y hacer lo posible para ganar. La superficie y los rivales me ayudan. Haré lo mejor posible y con ilusión. Si me hubieran dicho que hace 6 años me faltaba esto sólo lo hubiera firmado”. El evento de Londres es el único trofeo que falta en las vitrinas de su casa. Un magistral 2008, consagrado con el oro olímpico, elevó a Nadal al Olimpo del deporte. “Todo lo conseguido es inimaginable tiempo atrás. Doy gracias a la vida por brindarme la oportunidad de vivirlo. Mi gran ilusión es empezar bien la temporada que viene”.
Juan Tapiador
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